Estas son, querido amigo que estás comenzando a leer este blog, las primeras palabras de la canción medieval que detalla el cabalgar de Mio Cid durante su exilio, creada y cantada por el excelente educador, musico, poeta y canta-autor madrileño Emiliano Valdeolivas en la version musicalizada del Cantar del Mio Cid, y que las utilizo como introducción en este que es mi primer escrito sobre mi vida con Rodrigo Díaz, Señor de Vivar y de otro medio centenar de señoríos…y tambien Conquistador y Principe de Valencia.
A Emiliano -con el respeto que me merece tratarlo con esa familiaridad- tuve el honor y placer de conocerlo en una de las presentaciones que realizó en el Convento de las Hermanas Clarissas en el pueblo de Vivar del Cid hacia 1994. Me encontraba yo en ese santo lugar acompañado por el presidente del Concejo del pueblo realizando las investigaciones sobre Mio Cid (necesarias para escribir mi libro acerca de el) y de paso presentar a dicho Concejo un importante proyecto para la creacion, en el lugar de nacimiento de Rodrigo, de un “Museo del Cid” cuando fuí gentilmente invitado a participar de dicho espectáculo musical. Está demás decir que apenas recibida la invitación estaba yo sentado en primera fila, a la espera de que el mismo se inicie y te puedo asegurar que en esa fría tarde-noche de Agosto, cuando apenas se iniciaban los “nueve meses de invierno y tres de infierno” a los que aluden los lugareños para mostrar gráficamente el clima del sufrido territorio castellano, te puedo asegurar, repito, que fueron los momentos más emotivos, ricos y engrandecedores en mi relación de amor y odio que me mantienen unidos a Mio Cid.
A mas de uno, querido amigo, les sonará como fuera de foco que exista una relación desequilibrada como es la mía con Mio Cid, pero, existen muchísimas razones que me impulsan a que esta situation se mantenga por más esfuerzos que haga para paliar esta posición y una de ellas, y quizá la más importante es la versión “oficial” sobre la vida de este personaje. La segunda razón que me tortura con más saña que las herramientas que se utilizaron durante la Santa Inquisición -que de santa no tenía absolutamente nada- es la cantidad de páginas sobre la vida de Mio Cid que pululan en Internet y que todas, con las excepciones que confirman la regla, son solo “copy” y “paste” de wikipedia. Estas dos primeras razones, querido amigo, hacen que me hierva la sangre de una manera santa; estas dos primeras razones me nublan el entendimiento de tal manera que no pueden compararse a ninguna noche por más cerrada que ella esté, y si a estas dos razones le sumamos la poca inteligencia con que fueron hechas estas páginas la cosa se pone verdaderamente color de hormiga. Y no es que yo sea un genio ni mucho menos en estas cuestiones técnicas a las cuales llego cojeando de ambos pies en esta lid tecnológica sino que sólo pido un poco de clemencia en nombre del sentido común, un sentido que practicamente hoy no es muy común entre los mortales, en el momento de “crear” una página sobre el héroe burgalés.
Y ya que estamos en confidencia, mi querido amigo, y aprovechando que este es mi primer escrito y que esta posición me da el privilegio de descargar parte de mi santa ira en este espacio, te cuento en voz bajita, para que nadie lo escuche, para que nadie lo sepa, que otro de los traumas sicológicos que me brotan cada vez que investigo sobre Mio Cid es la famosa película “El Cid” protagonizada por Charlton Heston y Sofia Loren en sus roles principales, estrenada mundialmente hacia 1964. Si tuviera dinero, te cuento, compraría todas las películas y videos existentes en el mundo y los quemaría en una gigantesca hoguera para que nadie, nunca más, tuviese que presenciar semejante crimen a la historia. Lo único rescatable de dicho film, además de la espectacular Sofia Loren, fué que díó a conocer al mundo entero de la existencia de un personaje nacido en el pueblo de Vivar, Burgos, hoy España, llamado Rodrigo Díaz, conocido como El Cid Campeador y cuya figura los españoles la secuestraron, maniataron, incomunicaron y enterraron por más de 800 años para que nadie conociera su existencia.
Como hoy no deseo robarte más tiempo, mi querido amigo, intentaré seguir contándote de mi relación de amor y odio con don Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid Campeador proximamente. Te agradezco me hayas prestado tu hombro y leido mis desavenencias porque para eso son los amigos.
Y tú, que opinas?
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